Creo en la flor de la tarde
agitada como abanico de sangre
caída a tus pies de ninfa.
Creo en el ave de hierro
dejando caer sus plumas
como cuchillos de sombra.
Estoy seguro de la seguridad
de los volantes, de los dados
y de tu vientre de niña.
Me he convencido de la caída
y de la ascensión, pero mi grito
quisiera apuñalar
la ley de gravedad.