Una tarde en la Coqueta

Me fui cazando los recuerdos y alguna fragancia al pasar.

Me suele suceder cuando miro brillar los adoquines del barrio.

Llego al río,

al único,

a ese que es Negro como el abismo pero dulce como el oboe.

Encallo en el puerto y me convierto en humo,

eso si,

como ellos están atrás echo sobre mí un manto,

el manto de la vida,

el manto de los sueños,

ese que seguro no verán jamás.

Y ahí descanso, al menos hoy,

como descansa mi cigarro,

en su nervio de ceniza,

alada.

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